El sufijo del hombre
Una periodista de
página 12 lo estaba entrevistando en el departamento de Colegiales. Eran las
diez de una mañana de noviembre de 2008.
El
entrevistado tomaba vino blanco y fumaba cigarrillos negros. Tenía 88 años y
medio lamentaba haber dejado de machacar las teclas de su vieja remington.
No
sé si he dado por terminada mi profesión de escritor, pero no estoy escribiendo
ahora. Me rondan por la cabeza muchos asuntos que todavía no he trasladado al
papel, pero no está excluido que vuelva a escribir.
Tres
nombres se colaron en las respuestas, encendidos de respeto: John Dos Passos, Máximo
Gorki, Abelardo Castillo.
También
lo que se dice una definición.
Un
cuento es un círculo cerrado, una piedra que cae en un estanque y provoca
círculos concéntricos referidos al lugar del impacto. Y cuando se termina tiene
que caer otra piedra y uno debe imaginarse todas las nuevas ondas que generará,
las que se ven y las que subyacen.
Como
todos los viejos vivía con una pata en el pasado. En esa pata se apoyó para contestar
sobre la pobreza.
Ellos
jugaban descalzos; nosotros teníamos zapatos de fútbol, medias, equipos. Muchas
veces nos ganaban jugando descalzos. Recuerdo a uno de ellos, en algún cuento
lo nombro, que era tan pobre que no tenía ni nombre. Se llamaba “el hijo de
Juana”.
Madre, Juanele, Mastronardi, la militancia comunista, la dolorosa y temprana
decepción con la unión soviética, el río gualeguay fueron tópicos que afloraron
entre el humo.
Y el secreto de la longevidad.
Fumar
un atado y medio de cigarrillos por día, tomar dos botellas de vino.
Y
la premonición.
Soy
de esos tipos que cuando se enferman, se mueren.
Honrando
el sufijo de su apellido, hoy madrugada el maestro se fue a navegar por el otro
lado de las cosas.
Sería
de esperar que este definitivo recurso de promoción sirva para que muchos sean
felices con las páginas que son su herencia.
1 comentario:
Hermoso tu comentario, Elio!
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