domingo, 27 de enero de 2013


Sandokán en sala 4





Cuando Aldo tenía cuatro años su mamá lo dejó en la casa de la abuela, junto con un hermanito de un año y medio y una hermanita de cinco meses. Fue la última vez que la vieron.
La abuela trabajaba en el pueblo y no estaba nunca. Había un tío, siempre borracho. Aldo y los otros crecieron guachos. Pasaban los días en las barrancas sobre el río o en el mismo río. Casi todos los años empezaban la escuela y la dejaban en invierno.
Al oeste de la casa de la abuela de Aldo, sobre la ruta 8, había (o hay) una whiskería donde paraban los camioneros que iban a buscar yeso a Piedras Blancas. Ahí el tío, después de satisfacerse durante años con los sobrinos, se encaprichó con una puta y la llevó a vivir al rancho.
Al tiempo se cansó de usarla y empezó a obligar a Aldo a cojerse a la puta mientras él miraba.
La puta era de Corrientes, y tenía HIV.


Lo ingresaron con un cuadro de encefalitis y alteraciones neurológicas. La tomografía mostró lesiones compatibles con toxoplasmosis cerebral, una de las infecciones más frecuentes en pacientes con SIDA.
Los parásitos le están carcomiendo el cerebro.
Los hongos le están carcomiendo la boca y la garganta.
Salpicado por el herpes, alimentado por sonda y suero, medicado con toda la batería disponible, Aldo pasa los días previos a su cumpleaños 14 en la sala 4 del hospital San Roque.
Dice que sabe que se va a morir.
Porque hice cosas malas.
La historia es una perlita de los primeros días de trabajo de mi mujer en el susodicho nosocomio.
A Aldo le gusta leer, pero ya no puede porque la toxoplasmosis le tomó los ojos.


Ayer a la siesta fui a verlo con varios libros en la mochila. Hablamos un rato de pesca y después le pregunté si me dejaba leerle alguna historia.
Eligió una de Sandokán: Los tigres de Mompracem.
Por la parte en que Sandokán se despierta en la casa de Lord James, antes de conocer a Mariana, el jefe de sala entró con la cimitarra y dijo que ya era suficiente. Mi garganta tenía la misma sensación. Quedamos en seguir el próximo fin de semana.
Salí del hospital pensando que el próximo fin de semana Aldo puede no estar, no ser. Llegué a casa pensando que esa posibilidad también cabe para cualquiera de nosotros.
También pensé (pero eso lo pienso siempre) que vivimos en una putrefacta bola de mierda, y que lo mejor que podría pasar es que nos choque el meteorito y que despertemos siendo parásitos, carcomiendo cerebros en un planeta a diez mil años luz de distancia.



nada es mejor / nada es igual / el tiempo es amigo si estás donde estás



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