martes, 8 de enero de 2013


Un cuarto en dos mitades




Después de media mañana entre policías me dolía la cabeza como en un ataque de hígado. Todo por el mugroso papel que certifica que soy un ciudadano de buena conducta.
De vuelta pasé por No Problem a saludar por fin de año.
Raro, Simón estaba sin su eterna gorra de visera plana, doblando remeras. Raro, escuchando a todo gas Hellow Nasty de los Beastie Boys.
Le pregunté cómo andaba.
—Bien. Medio mal mambeado.
Lo miré torcido y se puso a explicarme.
Había ido el día anterior a Seguí, en moto, a la colación del secundario de una prima. Y había tenido una serie de complicaciones.
Primero pasó de largo la entrada al pueblo sobre la ruta. Se dio cuenta cuando estaba llegando a Viale, pero en vez de volver por la 18 había retrocedido por caminos internos y se había “enterrado hasta las bolas” en el barro de la última lluvia.
Había llegado embarrado a la colación, al pueblo de sus parientes donde ya lo tenían de vago, según él por la ropa y las rastas y capaz también por el olor a faso.


Entró un flaco y preguntó por turbinas.
Simón le mostró varias, muchas, incluso una con filtro de esponja marina que le daba un efecto “vaporizador”. El flaco dijo que era de Uruguay y que allá no se conseguían. Le pregunté por lo del faso del gobierno. No sabía nada. Estaba desde febrero en Paraná, ahora volvía para las fiestas y le llevaba la turbina de regalo a un amigo. Se notaba que estaba orgulloso.
Simón preparó mate y siguió con el relato de su mal mambo.
La colación había estado buena —sobre todo por las compañeras de la prima— y después habían ido a comer pizzas a la chacra de una tal Marianela. Habían tomado mucho tequila y vodka y ácidos hofmann. Simón había cortado un cuarto en dos mitades y se había puesto una en cada ojo. Así —dijo— le pegaba más rápido. Pero los ojos le habían empezado a arder mal y después a lagrimear, y había pintado un viaje paranoico. De no soportar a nadie. Ni a él mismo.
—No era ácido, era sal de anfetas —dijo el uruguayo —te la venden como ácido pero nada que ver.
A Simón le interesó saber la diferencia. El flaco ya había pagado y guardado su turbina (una chiquita de acero color verde) en la mochila. Explicó que las sales eran un compuesto anfetamínico muy potente y que había varias, todas terminadas en ato (sulfato, tartrato, fosfato).
—Son las bombitas, los pinipones, esas pepas de mierda que te aceleran mal.
Simón dijo que por eso estaba sin dormir y no tenía nada de sueño. Se armó la típica conversación acerca de que nadie sabe la mierda que está comprando porque no hay controles, y que no hay controles porque no se legaliza, etc.


Después de perderse entre los árboles de la chacra se le había metido en la cabeza que en las ramas estaban llenas de víboras y arañas (tópicos típicos del estado paranoide), y le había agarrado una sed urgente de alcohol.
No sabe cuánto tiempo había dado vueltas tratando de volver a la fiesta. Supone un altercado con un alambre de púas; se levantó la remera y estaban los pinchazos. Recuerda el rostro de un toro, pero no puede asegurar que haya existido realmente.
El uruguayo asentía con cara de estudiante de ingeniería preocupado. Era flaco, alto, peinado con raya al costado y ropa “normal”. De esos fumadores post despenalización, que los ves por la calle y lo que menos te imaginás es que fuman. Cuando se fue, Simón terminó de relatar su amable velada.
En un momento, sin saber cómo, había vuelto a la casa de la chacra, y no encontraba su mochila para volver a Paraná.
—Fue el destino —dijo —como estaba no iba a llegar ni a la ruta.
Hasta ahora (nadie conectado para preguntar) ni noticias de la mochila.
—Todos fisurados, los pendejos.
En la mochila tenía las llaves de la moto y de la casa de la madre, el teléfono, la billetera con documentos, un buzo, papeles del negocio, picador, papel de armar y una piedra de faso prensado —lo que más lamenta.
Al amanecer había empezado a bajar un poco. Cerca de las nueve lo habían traído en auto hasta el negocio.
Ahora estaba perfecto, dijo, capaz que sí, un poco acelerado.


Matías entró, saludó y se desparramó en un puff del negocio.
Simón le pidió que cerrara bien la puerta por el aire acondicionado. Matías se levantó puteando, cerró y volvió a desparramarse.
Abrió su morral de hilos de colores, metió una mano adentro y estuvo así colgado unos minutos, como buscando algo.
Mientras ponía a calentar otro termo de agua le pregunté dónde iba a pasar el 31.
Iba a comer con la madre, después de las doce pasaba por lo del padre, y después se juntaban en lo de una amiga que tenía pileta.
Matías venía a invitar a Simón (ya que estaba a mí también) a una jornada de conferencias que organizaba el Club Cannábico de Rosario, el sábado 5 de enero. Conferencias sobre cultivo indoor/outdoor, genética, bancos de semillas, elaboración de hachís, aspectos legales y otras que no se acordaba. La acreditación (sic) costaba 50 pesos, y daba acceso a todas las conferencias y rondas de degustación de diferentes variedades.
También comentó que estaba pensando en armar un club de cultivo. Enumeró ventajas y desventajas del indoor y el outdoor, rendimientos, rotación de plantas, formas de sostener el emprendimiento y repartir sus frutos —flores. Sacó un cuaderno de la mochila y nos mostró dibujos que había hecho de armarios para indoor. También cálculos de costos y teléfonos de los lugares donde había averiguado precios.
Le pregunté si pensaba plantar semillas de banco o cualquiera. Dijo que a él lo de los bancos le parecía un curro de los holandeses, y que tenía amigos que habían sacado plantas de impresionante rendimiento, resistencia y psicoactividad cruzando hembras y machos de distintos prensados paraguayos.


Cuando entró el artesano y desparramó una mochila de pipas hechas con caracoles sobre el mostrador, yo sentí que ya era demasiado para un jueves a las once de la mañana.
Saludé a los tres, les deseé las cosas que se desean en fin de año y salí de No Problem intoxicado de falopa verbal.
Respiré hondo el aire caliente de la calle. Doblé por Belgrano, compré facturas en Los Tres Indios, volví a casa a tomar mate con Vanina y avanzar con unas desgrabaciones bastante tediosas que tenía que entregar con cierta urgencia.



Bueno, obvio.



Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.