viernes, 28 de diciembre de 2012


Una luz al otro lado del espectro



Cuando uno habla con gente relacionada de algún modo con la literatura (escritores, lectores, editores, etc.) nombrar a algún autor que nos gusta mucho da lugar a comparaciones que después se transforman en polémicas. Los ejemplos típicos son el river-boca Borges/Cortázar o el central-ñuls Vargas Llosa/García Márquez.
Las polémicas suelen ser más virulentas y enredadas cuando se trata de un autor local que está vivo. Es decir, de un tipo de carne y hueso que uno puede cruzarse por la calle, saludar o des-saludar, un tipo (una tipa también, obvio chicas) que interactúa más o menos en el mismo ámbito que nosotros y que entonces se expone a impugnaciones que van mucho más allá de lo literario.
Muchas veces, al elogiar a Juan Manuel Alfaro, he tenido que soportar opiniones que están más cerca del puterío barrial que de la apreciación estética, sobre todo de gente más joven que se supone está llamada a “renovar” la literatura local (renueven, chicos, que a eso los llama el destino).
Una de las pocas virtudes que tengo (si no es la única pega en el palo) es que el puterío me importa tres soretes, y eso me ha permitido seguir disfrutando de uno de los poetas más sensibles y profundos que haya leído. Me ne frega que sea de otra generación, y de otro palo, y que viva a ocho cuadras de mi casa.
Durante este 2012 que se va, muchas mañanas mastiqué un soneto suyo junto al primer lucky del día. Y después de la emoción venía la pregunta: cómo hace este tipo para escribir así. Cuando lo leo siempre me pasa lo mismo, es una claraboya por donde entra una luz infrecuente y bienvenida. Una luz que está al otro lado de mi espectro habitual.
Juan Manuel Alfaro nació en Nogoyá en 1955. Siempre me pide que deje de tratarlo de usted y no me sale. Hemos compartido un par de cafés y nos debemos un par de alcoholes. Tiene una hija que toca el acordeón, un hijo que toca el piano, siete u ocho libros editados, muchos premios y esas cosas.
Con permiso del susodicho (tengo testimonios que lo corroboran) quiero compartir con los lectores de interpósita (son tan pocos que me tienta nombrarlos) un poema sobre el 31 (recién horneado) que me mandó por correo como regalo de fin de año. Tiene olor a pan caliente. Y con esto zafan de mis depresivas proclamas anti-fiestas.



31 de diciembre
                 


No te ha de ser nada fácil, 31, tener que estar ahí, teniendo la vela hasta las doce,
sintiendo que todos quieren sacarte de encima, ¡borrón y cuenta nueva!, ¡correte!, ¡dale, salí!,
que viene el nuevo, el nuevito, el nuevecito, con todas las esperanzas sin usar,
con los buenos deseos y las tarjetitas pintadas y las luces como almitas de colores, intermitentes,
ahora sí, ahora no, como los instantes de felicidad,
como todas las eternidades de una vida, ahora sí, ahora no,
y los fuegos, los altos fuegos, burbujas de lo bello y fugaz y nuevamente bello…

No te ha de ser nada fácil, 31, conservar la dignidad hasta el final,
estar de servicio hasta las doce y saber que habrá campanas que sonarán sin vos,
y abrazos y lágrimas y sueños que se abrirán como guirnaldas,
como fuentes, como cintas desprendiéndose en la música,
cuando las copas alcen su fiesta hacia los fuegos,
los altos fuegos en los que la fugacidad ofrenda su belleza.

No ha de ser fácil, 31, tener que irte así, sin recibir un  gesto de gratitud,
una mínima atención en reconocimiento por haber estado todo el año en esa punta,
sosteniendo la cuerda por la que pasito a paso
desfilaron los días, efímeros equilibristas:
los torpes lunes lánguidos,
los martes cautos,
la cúspide del miércoles
y ese deslizamiento de los jueves:
los pies ligeros, ya, de la semana,
sin abismos,
hasta el domingo y sus ropas vespertinas.

Fijate que muchos ni siquiera nos habíamos dado cuenta
de que, esta vez, eras lunes
aunque envuelto con otros adjetivos, tan apurados,
tan apretujados en la multitud,
entre los paquetes y los celofanes y los moños
y los que te pisan un pie sin un perdón, ni nada…
Un lunes suelto, sin engarce, sin continuidad…

¡Y pensar que sostuviste la cuerda todo el año!
Es cierto que hubo instantes en que el mundo se nos murió en las manos,
pero también hubo otros en que sentimos
que podíamos renovar el corazón, indefinidamente.

Por eso, antes de que las copas alcen su fiesta hacia los altos fuegos de los deseos simples y profundos
(“lo primero es la salud”, decía mi madre; y el amor, la amistad y la alegría)
y nuestras almitas de colores, intermitentes, ahora sí, ahora no, abracen por un instante iluminado el mundo,
y te vuelvan a asignar de nuevo el poste remoto, casi invisible ahora, te quiero agradecer, 3l de diciembre,
en nombre de todos los que quiero, que estés ahí, sosteniendo la otra punta de lo efímero, para que caminemos desprendidos en la belleza de la vida, como si fuera cierto que renovamos el corazón, indefinidamente.



Juan Manuel Alfaro
Paraná, diciembre 2012




También desde Islandia (a ocho cuadras de mi casa) los Sirkus Bjøver nos desean un feliz final/comienzo de año.



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