Sandokán en sala 4
Cuando Aldo tenía cuatro años su mamá lo dejó en la casa de la abuela, junto con un hermanito de un año y medio y una hermanita de cinco meses. Fue la última vez que la vieron.
La abuela trabajaba en el pueblo y no estaba nunca. Había un tío, siempre
borracho. Aldo y los otros crecieron guachos. Pasaban los días en las barrancas
sobre el río o en el mismo río. Casi todos los años empezaban la escuela y la
dejaban en invierno.
Al oeste de la casa de la abuela de Aldo, sobre la ruta 8, había (o hay)
una whiskería donde paraban los camioneros que iban a buscar yeso a Piedras
Blancas. Ahí el tío, después de satisfacerse durante años con los sobrinos, se
encaprichó con una puta y la llevó a vivir al rancho.
Al tiempo se cansó de usarla y empezó a obligar a Aldo a cojerse a la puta
mientras él miraba.
La puta era de Corrientes, y tenía HIV.
Lo ingresaron con un cuadro de encefalitis y alteraciones neurológicas. La
tomografía mostró lesiones compatibles con toxoplasmosis cerebral, una de las
infecciones más frecuentes en pacientes con SIDA.
Los parásitos le están carcomiendo el cerebro.
Los hongos le están carcomiendo la boca y la garganta.
Salpicado por el herpes, alimentado por sonda y suero, medicado con toda la
batería disponible, Aldo pasa los días previos a su cumpleaños 14 en la sala 4
del hospital San Roque.
Dice que sabe que se va a morir.
—Porque hice cosas malas.
La historia es una perlita de los primeros días de trabajo de mi mujer en
el susodicho nosocomio.
A Aldo le gusta leer, pero ya no puede porque la toxoplasmosis le tomó los
ojos.
Ayer a la siesta fui a verlo con varios libros en la mochila. Hablamos un
rato de pesca y después le pregunté si me dejaba leerle alguna historia.
Eligió una de Sandokán: Los tigres de
Mompracem.
Por la parte en que Sandokán se despierta en la casa de Lord James, antes
de conocer a Mariana, el jefe de sala entró con la cimitarra y dijo que ya era
suficiente. Mi garganta tenía la misma sensación. Quedamos en seguir el próximo
fin de semana.
Salí del hospital pensando que el próximo fin de semana Aldo puede no
estar, no ser. Llegué a casa pensando que esa posibilidad también cabe para
cualquiera de nosotros.
También pensé (pero eso lo pienso siempre) que vivimos en una putrefacta
bola de mierda, y que lo mejor que podría pasar es que nos choque el meteorito
y que despertemos siendo parásitos, carcomiendo cerebros en un planeta a diez
mil años luz de distancia.
nada es mejor / nada es igual / el tiempo
es amigo si estás donde estás
2 comentarios:
Para no morirme de pena, voy a pensar en vos leyéndole Sandokán, en él escuchándote y pudiendo por un rato estar en otra parte. Para no pensar que merecemos el meteorito, voy a reconocer que en esta historia hay un hombre enojado que extiende la mano hacia un chico roto en un intento de conexión que habla del otro lado de la negrura. Y me voy a imaginar que te abrazo y que abrazo a Aldo también. A todos los Aldos y a todos los Elios y a todas las mujeres de Elio de este mundo. inés g.
Suscribo cada una de las palabras de Inés, Elio. Todas y cada una.
Guillermina
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